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nosotrxs:

Si tuviésemos que presentar a El Arrabal de San Miguel en unas pocas palabras lo haríamos como una continua acción y reflexión contra la ciudad que estamos heredando. Pero como ese “contra” nos deja un poco el sabor amargo de la definición en negativo, añadiríamos, en positivo, que se trata de la defensa de ciertos valores del patrimonio intangible asociados a las antiguas casas de vecinos/as y a los barrios históricos que, a duras penas, aún a día de hoy las siguen albergando.

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Cuando hablamos de ciudad no lo hacemos (únicamente) en términos físicos y/o estéticos, sino que (también) nos referimos a ese patrimonio inmaterial al que apuntábamos. Junto a este “no nos gusta la ciudad que estamos heredando”, otra frase nos ha acompañado desde el principio de esta andadura: “no eliges un tipo de casa ni un modelo de ciudad; lo que realmente eliges es una forma de vida”. Para nosotras/os, la ciudad también debe ser explicada en términos de relación, tanto en el espacio privado como en el público. El urbanismo, como todo en el Capitalismo, no es un factor único, sencillo e intrascendente, sino que el desarrollo urbanístico de la ciudad tiene enormes consecuencias en la política, en lo social, en lo cultural, en lo económico... Así, estamos pasando de un modelo de ciudad (la de los barrios históricos como San Mateo o San Miguel) que de manera intrínseca conlleva relaciones más colaborativas, cooperativas, a otro modelo de ciudad (el actual de unifamiliares y urbanizaciones cerradas-privadas) en la que prima el individualismo.

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Recordamos cómo a finales del siglo pasado, en nuestras primeras manifestaciones políticas, nos manifestábamos entre otras cosas con aquel NO A LA GLOBALIZACIÓN. A día de hoy ya podemos valorar consecuencias más allá de las consabidas económicas: las ciudades, a modo de supermercado, se nos presentan como stands de una gran superficie comercial y pierden por completo sus identidades. ¿Podría, por ejemplo, haber surgido, o haber resistido, el flamenco con la estructura de este nuevo modelo de ciudad? No nos imaginamos el flamenco surgiendo en una urbanización privada, con calles cerradas, en las que sólo transitan coches, y en una unifamiliar. Jerez presume de duende, y el duende está noqueado, contra las cuerdas. Y tantos otros ejemplos, como los oficios artesanales o “la cocina de la abuela”, que van de la mano de esas relaciones que se daban en las casas de vecinos/as y/o en las calles o plazas de nuestros barrios, y de la transmisión oral de saberes que éstas posibilitaban, y que van desapareciendo a la vez que se transforma la ciudad.

 

Nuestro trabajo, en definitiva, no es el de la defensa de estos saberes, sino el de la rehabilitación y consolidación de las estructuras que los hacen posibles.

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